Raul Agné
Raúl Agné tiene
sus detractores. Es lógico. Ni siquiera Dios ha logrado caerle bien a todo el
mundo… Escucho, leo y percibo cierta animadversión hacia la figura del actual
entrenador del Cádiz, que se convierte en crítica feroz e incluso voraz cuando
el equipo obtiene resultados negativos.
Históricamente
todos necesitamos echarle las culpas a algo o a alguien cuando las cosas no
terminan de salir como esperamos. Lo veo lícito, humano y respetable, pero no
razonable. En fútbol, nada ocurre a consecuencia de lo que hace una persona. El
técnico tiene gran responsabilidad en lo que se hace en el campo, pero no toda,
y no podemos eximir a todos los demás cuando los resultados no acompañan.
El fútbol es un deporte de equipo, E-Q-U-I-P-O, lo que quiere decir que es responsabilidad de todos y cada uno de los que lo integran. Algunos más, evidentemente, pero todos tienen mucho que decir cuando se gana o se pierde.
Lo que no me vale
es el aprovechado de turno. A ése me dirijo. Aquel que permanece calladito
cuando se gana, diciendo frases como “es que este año tenemos un equipazo” o
“menudo nivel tiene esta plantilla, es normal que se gane” y cuando se pierde
su única obsesión es pedir el cese del técnico.
Muchos me ponen
de buen ejemplo el año de Javi Gracia y que conste en acta que me parece un
pedazo de técnico. Aquella temporada se hicieron buenos partidos, divertidos
para el espectador, con tres futbolistas (Enrique, Fleurquin y Raúl López) que
habían jugado en Primera División. Pero también se firmaron auténticos truños
como ante Conquense, Balona, Écija, Marbella… Y nadie atacó al entrenador. Eso
sí, un pequeño sector disidente acusó al equipo de ser demasiado alegre en
defensa, mostrando su preocupación de que aquello nos pasaría factura en las
eliminatorias de ascenso.
¿Y qué ocurrió?
Que ascendimos gracias a un ramplón 1-0 de gol en jugada ensayada, que ante el
Irún lo pasamos fatal, que el planteamiento en tierras vascas fue lamentable
no, lo siguiente, y que si no llega a ser por la doble parada de Kiko Casilla,
no sé qué hubiera pasado entonces.
Seamos sensatos.
No ascendamos tan pronto a unos al olimpo de los Dioses, mientras que a otros a
la mínima de cambio los descendemos a los infiernos. Dejemos trabajar en paz a
este pedazo de profesional que tenemos en el banquillo del Cádiz. Lo merece.
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